La cuestión no es elegir entre diversificar o especializar, sino equilibrar ambas según el contexto, los recursos disponibles y los objetivos de sostenibilidad. Encontrar ese punto de encuentro es fundamental para construir un rural vivo y adaptado a los retos del presente.
En los últimos años, muchas iniciativas rurales han apostado por la diversificación como estrategia de resiliencia: combinar agricultura con turismo, servicios con elaboración artesanal, o incluso proyectos culturales con producción agroecológica. Esta opción permite adaptarse mejor a contextos cambiantes, generar más empleo local y amortiguar los riesgos.
Sin embargo, la especialización sigue siendo vista como una vía para mejorar la competitividad, sobre todo en sectores como el agroalimentario o el forestal, donde la eficiencia, la escala y la calidad son factores clave. Pero… ¿puede sobrevivir un rural atomizado sin un enfoque estratégico?
La cuestión no es elegir entre diversificar o especializar, sino equilibrar ambas según el contexto, los recursos disponibles y los objetivos de sostenibilidad. Encontrar ese punto de encuentro es fundamental para construir un rural vivo y adaptado a los retos del presente.